Desde el momento en que entré en el banco, todo fue siguiendo su rumbo, trabajo en oficinas, 2 años en Málaga, vuelta a casa al departamento de Marketing y los últimos años como Analista de Riesgos. Un trabajo cómodo, reconocido y estable, con unos excelentes jefes y compañeros, que siguen siendo amigos e incluso clientes.
Mientras tanto, mi interior ya me pedía cambios, en casa, en los viajes, en mi propia vida, experiencias nuevas que antes no hubiese sido capaz de probar y decisiones personales difíciles que fueron imprescindibles para mi crecimiento. La vida ya me estaba enviando mensajes, pero todavía no era capaz de verlos con claridad.
Hasta 2013. A la vuelta de mi viaje a Perú (mi punto de inflexión definitivo), mi tío me dijo que ya le tocaba jubilarse y mi pensamiento fue: «ya ha pasado media vida»… Desde ese momento mi cabeza hizo «click» y ya nunca volvió atrás. Recordé mis momentos felices en la floristería y pensé en esa esquina debajo de la escalera, allí estaba él desde hacía muchos años y pronto iba a cerrarla. Asi que, tenia que descubrir si realmente era eso por lo que estaba dispuesta a cambiar mi vida. Primero actualizando mis conocimientos, me fui a Madrid en mis vacaciones, hice cursos, oficiales y particulares con floristas que han sido mis maestros, de wedding planner, necesitaba renovarme y tomar una decisión definitiva. Busqué ayuda en terapia, en mis amigos, mi familia, sobre todo busqué mil opciones para no tener que dejar el banco y poder mantenerlo todo y así sentirme más segura, tenia pánico a soltar… Pero no había opciones, para hacer lo que quería y cómo quería sólo había un camino, arriesgar, dejarlo todo y dar el salto al abismo de la incertidumbre que fue lo más difícil. Todo estaba en mi corazón, pero el miedo me paralizaba y mi mente tardó dos años en entenderlo. Durante todo ese tiempo busqué, pedí señales y las recibí, las piezas del puzzle se fueron encajando hasta que lo vi todo perfectamente claro y me liberé, dejé de controlar y confié en mi camino, el de las baldosas amarillas, el que me llevaba a casa. A mi propia naturaleza